Otro de los "gordos" que se nos va... esta vez le ha tocado al mítico actor, director, productor... Robert Redford que contaba ya con los nada despreciables 89 años.
Se puede decir, que era uno de los rostros más emblemáticos del cine de Hollywood
de las últimas décadas. Uno de esos intérpretes cuya presencia hacía
que la pantalla palpitara en cuanto aparecía como demostró en títulos
fundamentales de la historia del cine como El golpe o Todos los hombres del presidente.
Suya es una de esas escenas para el recuerdo, de las que se quedan
grabadas en la retina, el momento en el que su personaje lava el cabello
a Meryl Streep en Memorias de África (1985), donde fueron dirigidos por Sidney Pollack creando un momento único.

Su apoyo al cine independiente hecho con factura le hizo, también, defenderlo con la creación del Festival de Sundance
en 1980. Nació como centro de enseñanza para jóvenes cineastas y acabó
convirtiéndose en la meca del cine indie. Una sede donde comenzaron a
despuntar directores como Paul Thomas Anderson o Quentin Tarantino. Un
certamen que cogió su nombre de uno de sus personajes más míticos, el
Sundance Kid de Dos hombres y un destino (1969), que protagonizó junto a su amigo Paul Newman
Redford, que anunció su retiro de la profesión en 2018 tras protagonizar The old man and the gun, había vuelto de forma esporádica y casi especial en dos ocasiones. La primera, en Vengadores: Endgame (2019), y la segunda junto al escritor de Juego de tronos, George R.R. Martin, en la serie de televisión Dark Winds, que ambos producen y donde se le pudo ver este año.
No solo demostró su talento como actor, y rompió los prejuicios
de aquellos que creían que era una estrella solo por su belleza. En 1980
debutó en la dirección con la estupenda Gente Corriente, y
Hollywood le recibió con los brazos abiertos. La película ganaría meses
después el Oscar al Mejor filme, al Mejor director para el propio
Redford, al Mejor guion original y a Mejor actor de reparto para Timothy Hutton. Sería el primer premio de la Academia para él, y de alguna
forma, el único por un trabajo concreto, ya que el otro llegaría en 2002
de forma honorífica.
Su trabajo como director le hizo mirar a las bambalinas del poder y a la corrupción, como mostraría en filmes como Quiz Show, el dilema (1994), Leones por corderos (2007), de nuevo con Meryl Streep, o El conspirador (2010). Pero nunca perdió de vista a la gente, por ello no se le cayeron los anillos en ser parte del universo cinematográfico Marvel como actor, o en realizar dramas románticos de estupenda factura como El hombre que susurraba a los caballos, que dirigió y protagonizó en 1998 y en la que descubrió a una jovencísima Scarlett Johansson.
Hollywood llora su pérdida.
Robert Redford fue, además, una de esas brújulas morales de Hollywood. Uno de esos popes cuya opinión
siempre se tiene en cuenta. Por eso fueron tan celebradas sus palabras
contra Donald Trump tanto en 2015 —unas declaraciones que el propio Trump quiso manipular y apropiarse—
como en 2019, cuando pidió a la gente no votar por el “tipo que parecía
un dictador”. El presidente Barack Obama le otorgó a Redford la Medalla
Presidencial de la Libertad en 2016, y en un discurso en la Casa Blanca
dijo que los estadounidenses “admiran a Bob no solo por su notable
actuación, sino por haber descubierto qué hacer a continuación”.