miércoles, 9 de noviembre de 2011

Asturias y la fluorita (espato flúor).

Hace pocas fechas salió a la luz un libro sobre la minería de la fluorita en nuestra región y me sorprendió el que algunos amigos, de los que considero medianamente cultos me preguntaran: ¿qué es la fluorita?, ¿para qué sirve?, ¿pero, hubo minas de eso?, y una retahíla más de interrogantes. Para ser veraz, no me cogió de sorpresa tal impericia ya que soy consciente de las enormes lagunas de conocimiento, incluso en la «clase culta», que existen sobre el mundo científico y muy singularmente sobre la geología.

El mineral denominado fluorita (una combinación de flúor y calcio) –espato flúor en el lenguaje comercial– se presenta en forma de bellísimas agrupaciones cristalinas de agradable colorido que hacen del mismo un objeto preferente de coleccionismo. La calidad y perfección de los cristales asturianos es tal que los coloca entre los más apreciados del mundo y es infrecuente que un museo de geología de cualquier país civilizado no posea muestras de los yacimientos del Principado; recuerdo el júbilo experimentado cuando reparé en un espléndido ejemplar de fluorita procedente de La Viesca (Siero), expuesto en un lugar muy prominente del Museo de Historia Natural de Londres.



La utilidad de este mineral es muy amplia, dado que no se han encontrado alternativas a muchas de sus aplicaciones. Entre los campos de empleo más notables de la fluorita destaca su consumo industrial en los sectores metalúrgico y químico. En el primero se aprovecha como fundente en los altos hornos, no debe olvidarse que su nombre deriva del latín «fluere», con el significado de fluir. En un contexto químico se utiliza para la obtención del ácido fluorhídrico –para lo cual se destina un 80-95% del espato flúor ácido–, producto que se utiliza en la elaboración de un vasto grupo de sustancias (síntesis de gases refrigerantes, obtención de isótopos radiactivos, desarrollo de compuestos organofluorados –«freón» o «teflón»–, prótesis, tejidos artificiales y vasos sanguíneos, etcétera, etcétera). El descenso más acusado de la actividad minera de la fluorita aconteció tras la firma del Protocolo de Montreal en 1987, tratado internacional que persigue la protección de la capa de ozono de la atmósfera mediante el control de la producción de los productos perturbadores de la misma o su sustitución por otros de comportamiento inocuo; alrededor de 180 países se han comprometido ya a cumplir con sus metas de reducción en la fabricación de gases clorofluorocarbonos (CFC’s) –fabricados a partir del ácido fluorhídrico– y otros varios, cuya presencia en la atmósfera es considerada la principal causa del adelgazamiento de la capa de ozono.

La minería de la fluorita en Asturias ocupa un lugar descollante, siendo sólo aventajada por la del carbón –la labor minera por antonomasia–. Prácticamente la casi totalidad del espato flúor que se ha obtenido en España procede de los yacimientos asturianos, con unos recursos estimados entre el 70 y 80% del total nacional. Dentro de un entorno globalizado, España ocupa el sexto puesto detrás de China –ésta muy destacada–, México, Mongolia, Sudáfrica y Rusia y se sitúa, por ende, a la cabeza de la Unión Europea.

En Asturias han existido más de treinta minas subterráneas y a «cielo abierto», repartidas fundamentalmente por Llanera y Corvera (distrito de Villabona-Arlós), Siero (distrito de La Collada) y Colunga, Caravia y Ribadesella (distrito de Caravia-Berbes), encontrándose involucradas en la explotación una docena de sociedades. En la actualidad permanecen abiertas cinco minas: Emilio (Colunga), Jaimina (Caravia) y La Moscona (Corvera de Arriba), propiedad de la empresa Minerales y Productos Derivados, S. A. (Minersa), y otras dos en fase de preparación con extracciones moderadas –minas de Villabona (Llanera) y La Viesca (Siero)– a cargo de Preparación Minera del Norte, S. L. (Preminor).
Las actividades mineras de la fluorita comienzan en Asturias en los albores del siglo XX, al descubrir las obras de desmonte del inconcluso ferrocarril San Martín-Lieres-Gijón-Musel su presencia en La Collada; las primeras partidas están constatadas en enero de 1907, según una pequeña expedición realizada para la Sociedad Duro-Felguera.

La implantación de esta actividad en los yacimientos orientales de Colunga, Caravia y Ribadesella fue algo más tardía, intensificándose las prospecciones con los inicios de la Segunda República, al producirse una notoria adquisición de terrenos, privados o de dominio público, con vistas a solicitar la apertura de «canteras para fluorita». Pero no es hasta la década de los 40 cuando empieza su provecho de manera significante, sustentado por la gran demanda de los mercados de Alemania y EE UU.

El caso del distrito de Villabona-Arlós es algo peculiar, pues este ámbito se mantuvo durante bastante tiempo ajeno al interés que despertaba el mineral en otros lugares del territorio astur, pasando casi desapercibida su utilidad, y centrándose el laboreo exclusivamente en la minería del carbón. En efecto, el beneficio del espato flúor sucede a otro previo de hulla, no haciéndose efectivo hasta 1955; de hecho en Villabona se llegó a simultanear la extracción de ambos materiales, reconvirtiendo en un momento dado la producción del carbón por la fluorita.

El desarrollo industrial derivado de la extracción y concentración del mineral fluorado fue tan importante para Asturias que supuso la base primordial del sustento de algunas de sus comarcas. Temporalmente, la casi totalidad de las poblaciones cercanas a las explotaciones estuvo involucrada en esta actividad (se sobrepasó el medio millar de trabajadores), en detrimento de la tranquilidad bucólica que impregnaba estos parajes rurales. El aprovechamiento de la fluorita transformó a una sociedad de procedencia agropecuaria en otra de tipo industrial, debiéndose adaptar el campesinado a unos procesos productivos y a unas costumbres sociales contrapuestas a las que hasta entonces constituían su modus vivendi, no resultando fácil su acople a las férreas labores extractivas. Durante largo tiempo predominó lo que dio en llamarse «obrero mixto», pues, como medida precautoria, el productor no abandona las tareas agrarias (huerta, ganado, etcétera) por si falla la aventura de la mina. De hecho no fueron infrecuentes las ausencias laborales sospechosamente coincidentes con épocas de faenas agrícolas o fiestas populares.

Confío en haber contribuido a disipar los interrogantes planteados por mis amistades sobre la minería de la fluorita y lo que este mineral significa para Asturias.

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